Por Eddy Pereyra Ariza
La crisis del coronavirus ha desencadenado una interrupción
súbita en el discurso de los presidentes de los países de
América Latina, en la que unos falsean la realidad de los efectos
de la pandemia y otros exponen la realidad y actúan
correctamente, controlando el contagio, las mortalidades y los
sufrimientos sociales.
Lo cierto es que los estragos de la pandemia a nivel de salud y
sus consecuencias en lo económico y social, son tan
abrumadores, que generaron un estado de pánico colectivo,
que pocos mandatarios, debido a las dificultades y el alto costo
político, han podido manejar con determinación y destreza.
Produjo tres crisis profundas: la de salud, la económica y la
moral. Estas crisis afectaron en términos reales, la movilidad
social, el comercio, el ingreso, la producción e inversión pública
y privada. Nuestro país, definitivamente, había caído en la
ruina. Todo estaba paralizado y aumentaba la pobreza y la
pobreza extrema.
Como sabemos, las crisis producen cambios profundos y en
este nuevo escenario, el método de conducirla determinó,
entre otras transformaciones, el surgimiento del presidente
Luis Abinader, como el nuevo estadista dominicano.
Abinader como nuevo estadista, rompe el esquema tradicional,
que sostenía, que el tiempo en el poder era el factor único para
encarnar tal denominación. Es evidente, entonces, que un
presidente con la cualidad de estadista, no lo define los años
que tenga gobernando, sino las circunstancias y sus condiciones
excepcionales.
Como experto en asunto de Estado, el presidente enseña con el
ejemplo y está guiando a sus conciudadanos hacia el cambio de
la sociedad. Él piensa que el bienestar tiene que llegar a todos
con equidad. Abinader ha demostrado ser un conductor
responsable, apasionado, optimista, que cumple lo que
promete. Ha probado que es un hombre de Estado con
autoridad moral, que trabaja por una causa y está haciendo que
la misma trascienda a su propia generación.
El doctor Rodrigo Borja en su obra ‘Enciclopedia de la Política’
dice que el estadista “es el hombre de Estado, gobernante serio
y eficaz, que domina las ciencias políticas y además el arte de
conducir a los pueblos.
En tanto que, Winston Churchill, define lo que es un hombre de
Estado: “El político se convierte en estadista cuando comienza a
pensar en las próximas generaciones y no en las próximas
elecciones”
Certero en su arte de buscar consenso, el presidente abrió las
puertas a las fuerzas representativas de la nación, para
concertar reformas sustantivas y hacer que el país siga
avanzando, no con la participación exclusiva del gobierno y su
partido, sino con la de todos por igual.
Su visión de realizar una obra perdurable, lo hace impulsar a
lugares mágicos como “Bahía de las Águilas” en Pedernales,
donde hay un plan público-privado para construir más de tres
mil habitaciones hoteleras, o a zonas abandonadas, pero
extraordinarias como Montecristi, donde se construirá un
astillero naval, un muelle de carga y una planta de energía para
producir 800 megavatios en la Bahía de Manzanillo.
La transparencia de su gestión de gobierno atrae inversión
extranjera y nacional, por la confianza que genera.
El presidente Abinader se proyecta como uno de los estadistas
más consistente con que cuenta y contará la nación dominicana
en el devenir de su historia.