“Se ha comparado al COVID-19 con una radiografía que ha revelado fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido y que por doquier está sacando a la luz falacias y falsedades: la mentira de que los mercados libres pueden proporcionar asistencia sanitaria para todos; la ficción de que el trabajo de cuidados no remunerado no es trabajo; el engaño de que vivimos en un mundo post-racista; el mito de que todos estamos en el mismo barco. Pues si bien todos flotamos en el mismo mar, está claro que algunos navegan en súper-yates mientras otros se aferran a desechos flotantes”. Antonio Guterres.
La seguridad humana significa que la gente puede ejercer esas opciones en forma segura y libre, y que puede tener relativa confianza en que las oportunidades que tiene hoy no desaparecerán totalmente mañana, cuando hablamos de exclusión social en el contexto de nuestro Mundo, y de su relación con la seguridad, nos estamos refiriendo a un proceso de exclusión que se convierte en violencia estructural.
Dentro de las modernas sociedades de consumo la exclusión social puede reducir significativamente los bienes, servicios y oportunidades que las personas necesitan para desarrollar plenamente su potencial hasta el punto en que su propia condición de ciudadanos corre riesgo, derivado de ello la exclusión social afecta a la seguridad humana.
Cuando las personas socialmente excluidas ven desaparecer potenciales oportunidades, o cuando la brecha que separa sus propias duras realidades con las de otros miembros de la sociedad sigue creciendo, algunas reaccionan perpetrando actos de violencia y delitos, la violencia influye negativamente sobre el nivel de desarrollo humano en un país y sobre la capacidad del Estado de proporcionar bienes y servicios públicos.
La exclusión social provoca, por lo tanto, un círculo vicioso de escasas oportunidades, delito y violencia, la pobreza, la falta de oportunidades y la falta de acceso a la educación ponen a mujeres y niñas en situaciones vulnerables y hacen de ellas objetivos fáciles de reclutamiento para actividades delictivas.
El avance en igualdad se ha visto agudizado por el impacto negativo de la COVID-19 y las implicaciones de la pandemia en el desarrollo profesional de las mujeres que implica perder o no aprovechar el talento de las mujeres, la falta de acciones reales para luchar contra la desigualdad obstaculiza a las organizaciones, las empresas y demás entidades a la hora de abordar los retos globales más urgentes.
Porque está comprobado que la integración de la diversidad aporta mayor amplitud de perspectivas, así como incrementa la capacidad de innovación y creatividad, recursos fundamentales para responder a nuestro mundo complejo y en constante cambio.
Se trata de inteligencia social para tener organizaciones más diversas que atiendan a necesidades diferentes, a la vez que se respetan los derechos humanos y laborales, y así crear una sociedad inclusiva e igualitaria para todas las personas sin discriminar por género, capacidades, edad, origen o cultura.
Para lograr entornos organizaciones más inclusivos es cada vez más una necesidad colectiva si queremos avanzar hacia un mundo más sostenible y justo con la Agenda 2030 como guía para la acción, observamos que la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 5, Igualdad de género está estrechamente ligada con nuestra capacidad para lograr otros ODS como la reducción de desigualdades (ODS 10), trabajo decente y crecimiento económico (ODS 8) o el fin de la pobreza (ODS 1) además del estrecho vínculo con el ODS 13, Acción por el Clima, como lo demuestran múltiples estudios sobre género y cambio climático.
Estamos en un momento crucial para la humanidad que pasará a los anales de la historia, no podemos volver al mundo brutal, injusto e insostenible en el que vivíamos antes de la penetración del virus.
La humanidad dispone de un talento increíble, una enorme riqueza y una imaginación infinita, en la cual debemos sacar partido a estos recursos para construir una economía más humana y justa al servicio de todas las personas, vivimos el reto social y organizacional de transformarnos y la riqueza que aporta la diversidad en todos los niveles es un signo de evolución que no podemos dejar atrás.
«A lo largo de la historia, las pandemias han obligado a los seres humanos a romper con el pasado. Esta no es diferente. Es un portal, una puerta entre el mundo de hoy y el siguiente. Podemos optar por atravesar esa puerta arrastrando los cadáveres de nuestros prejuicios y nuestro odio, nuestra avaricia, nuestras bases de datos y nuestras ideas muertas, dejando atrás ríos muertos y cielos cubiertos de humo. O bien podemos cruzarla con paso ligero, con poco equipaje, preparadas para imaginar otro mundo, y para luchar por él”. Arundhati Roy
Dr. Amín Cruz, PhD, diplomático, historiador, educador, periodista, escritor, presidente del Congreso Mundial de Prensa y presidente del Congreso Mundial de Universidades, residente en New York.