domingo, noviembre 3, 2024
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El ministro de la energía limpia

Por Eddy Pereyra Ariza

Desde hace un buen tiempo, comencé a entender las complejidades del servicio de la energía eléctrica, en un país que apenas recibe el olor del petróleo, cuando es desembarcado en nuestros muelles o trasladado a través de holgadas tuberías que parten de embarcaciones estacionadas en el mar, hasta robustos silos de almacenamientos ubicados cerca de las costas.

La nación se reencuentra con su realidad energética. Hasta ahora, no producimos petróleo y su precio sube, más que baja. Dependemos en gran medida de las importaciones de combustibles fósiles, enfrentando desafíos como la importación de petróleo, expuesta a la volatilidad de su precio e incertidumbre de la oferta energética. También, a una inestabilidad en el transporte, junto al hecho de que todas las grandes empresas quieren almacenar combustibles, especialmente en tiempo de guerra, lo que agrava el problema del precio.

La demanda de combustible es cada vez mayor en una población que tiene un consumo creciente. Y aunque se aduce que el consumo es el motor del crecimiento, dado que no tenemos producción de carburantes, este está poniendo una enorme presión sobre la economía, amenazando nuestro proyecto de bienestar social.

Recientemente, Antonio Almonte, ministro de energía y minas, anunció una serie de iniciativas que emprende el gobierno del presidente Luis Abinader, para lograr una transición energética que preserve el medio ambiente mediante la producción de energías limpias.

Apoyado en el avance del sector, Almonte remarca el potencial significativo de recursos que tiene el país, para la producción y consumo de energías limpias que respetan el medio ambiente, como la fotovoltaica, hidroeléctrica, hidrógeno verde o de biomasa y las renovables, aquellas que se obtienen de las fuentes naturales inagotables como la energía eólica, hidráulica, solar y geotérmica, que a la vez son fuentes de energías limpias.

La insistencia del rector de las políticas de energía y minas ha sido el factor clave para que el país siga entendiendo que tenemos que asumir, como parte fundamental de los planes de desarrollo, la transición energética que preserve el medio ambiente, mediante la producción de energías limpias y renovables.

A través de una frase, llamada a ser memorable, esencia de una política de Estado, “el ministro de la energía limpia” traza con certeza su incontrovertible visión de futuro: “el único camino que tiene la República Dominicana para contrarrestar la crisis de los combustibles en el mercado internacional es mediante el estímulo e impulso de la producción de las energías renovables”.

Es previsible, que el despliegue acelerado de energías renovables disminuirá los costos de la energía para los consumidores y crearía nuevas oportunidades de empleos. Estimularía la actividad económica y ayudaría a cumplir los compromisos climáticos internacionales. Además, reduciría la contaminación, mejoraría la salud pública, la alimentación y fortalecería la seguridad energética.

Ya sabemos que el país tiene metas para la generación de “energías limpias” y también para “energías renovables”. De ahí el anuncio hecho por Almonte sobre una serie de iniciativas que emprende el país para lograr una transición energética.

El que el gobierno haya duplicado la inversión en materia energética, es una verdad que puede reportarse con certeza irrebatible. Solo en materia de energía limpia, tenemos más del doble de los proyectos solares que se habían firmado en más de una década pasada.

Además de eso, Almonte, impulsor de la energía limpia, nos presenta el satisfactorio informe de que el gobierno del presidente Abinader trabaja duro para que el 30 por ciento de la demanda energética sea suministrada por fuentes de energía renovable de cara al 2030. Crece el optimismo, porque estamos marchando bien.